A menudo, la tristeza y la ansiedad van acompañadas de viajes recurrentes a la nevera, antojos arrepentidos y picotear a todas horas. El hambre emocional, además de responder a posibles problemas de salud mental, se asocia a enfermedades cardiovasculares, según un estudio reciente. El conflicto entre cuerpo y mente acaba perjudicando a nuestra salud y el estrés vinculado a estas conductas agrava los daños cardíacos.
La relacion entre la ingesta por ansiedad y los problemas del corazon surge de una investigacion publicada en la revista Revista Europea de Cardiología Preventiva. Este ha sido el primer estudio que ha evaluado la asociación entre los comportamientos alimentarios en individuos sanos y el daño cardiovascular 13 años después. Un total de 1.109 participantes de la región de Lorena, en el noreste de Francia, se sometieron a la investigación.
Hambre emocional
El estrés provoca el 32% de estas conductas y la comida funciona como recompensa
No es tu estomago el que esta hambriento. Es tu mente la que no puede evitar pensar en picotear todo el día. “La alimentación consciente puede ayudar a romper este hábito. Significa tomarse un tiempo para comer, solo o acompañado, y ser consciente de lo que se está haciendo, y no distraerse con el teléfono o la televisión”, comenta el autor del estudio, el profesor Nicolas Girerd, coordinador del Centro de Investigación Clínica ( CIC-P) y cardiólogo del Hospital Universitario de Nancy (Francia).
Para evaluar aquellas personas que tienen una alimentación emocional -la tendencia a comer en exceso en respuesta a emociones negativas como la tristeza o la ansiedad-, se sometieron al Cuestionario Holandés de Conducta Alimentaria, creado para detectar comportamientos disfuncionales con la comida.
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Entre los daños que se producen, recopilados durante más de una década, el documento destaca la velocidad de onda de pulso carótido-femoral, que indica la rigidez de las arterias. Cuando esto ocurre, aumenta significativamente el riesgo de cardiopatía e ictus. Asimismo, se exponen las afectaciones que producen el hambre emocional y el estrés en la disfunción diastólica, que implica que el corazón no se relaja lo suficiente tras cada contracción. Esto provoca una mayor probabilidad de desarrollar insuficiencia cardiaca.
El informe también indica que el estrés explica el 32% de estas anomalías. «El sistema de recompensa puede estar particularmente implicado en la alimentación emocional, ya que comer puede reducir la ansiedad e ingerir alimentos reconfortantes puede atenuar la respuesta al estrés agudo», afirma el artículo.
Todos los comedores emocionales, independientemente de su peso, pueden desarrollar daños cardiovasculares
Nicolás GirardCardiólogo y coordinador del Centro de Investigación Clínica
«El estrés podría ser uno de los motivos para comer en respuesta a sentimientos en lugar de hambre», ha dicho la autora principal, la doctora Sandra Wagner, epidemióloga nutricional del CIC-P. Para remediar esta situación, proponer practicar alimentación conscientemeditar o hacer alguna actividad física, porque alivia el estrés y puede actuar como sustitutivo de la comida.
La ingesta de calorías no es una de las razones que desencadenan problemas cardíacos, aunque en un primer momento así pudiera parecer. La explicación, según Girerd, es que, quienes vienen de forma emocional, «pueden darse cuenta de atracones cuando están estresados, pero comer menos en otros momentos». Sin embargo, este patrón “puede tener efectos negativos sobre el corazón y los vasos sanguíneos en comparación con una ingesta estable de alimentos”, añade.
Consejos
Meditar o practicar alguna actividad física puede aliviar la ansiedad
La investigación concluye que los esfuerzos por prevenir las enfermedades cardiovasculares deben abordar los comportamientos alimentarios, además del contenido nutricional. Muchas veces se asocian las enfermedades del corazón a las personas con obesidad. Precisamente, uno de los focos al que apuntan los expertos es prestar atención a “todos los comedores emocionales, independientemente de su peso”, para tratar de evitar posibles “daños cardíacos” en el futuro.